jueves

Retahíla estacional improvisada

No culpes al otoño de tu melancolía, no pretendas que la primavera te traiga la alegría perdida. La frialdad del invierno no dará paso a más fantasía que la que el verano dejó entre bambalinas en el teatro del tiempo. El agua de la lluvia no borrará las huellas de la orilla, ya marcadas desde hace años, de un enjambre de pies que caminan y caminan, sin mirar lo dejado atrás, sin buscar el significado de la mar. Sólo caminan.

Que las estrellas no te distraigan de la luna, ni los satélites artificiales banalicen tu atención y canalicen tu intención. Su brillo, el de la luna, sólo se refleja en pupilas que se emocionan al verla. Si no sueñas con alcanzarla quizás nunca puedas llegar a tocarla. El viento impulsa esos sueños que en la estratosfera se detienen, topamos como de costumbre con la jerarquía de las cosas, con la obediencia ciega a las leyes, a la tiranía de la física cuántica.

Culpa al paraguas que para la savia nueva, y no a la gravedad de la caída de las hojas. Culpa la falta de sombra, pero no culpes al sol. Sal desnudo de tu escondite y visita otras cabañas, y cuando vuelvas con el pecho hinchado y el corazón henchido, vuelve a respirar; como si fuese algo nuevo. Olvida el oxígeno y piensa en el aliento que transmites. Vuelve a vestirte y piensa en que nada puede pararte, en que nadie tiene la culpa. Que la condiciones son relativas, y aunque tu mismidad no sea absoluta, el alma que dejas a cada suspiro sobrevivirá tras tu paso en otros cuerpos.

Pero no te lamentes, lucha.
No culpes, busca.

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